Por Alberto Martínez, rector de Universidad Arturo Prat y presidente de Fundación Geoglifos de Tarapacá. *Columna de opinión publicada el 25 de abril de 2022, en La Estrella de Iquique.
Recientemente se conmemoró un nuevo Día de la Tierra, instancia que nos invita a generar mayor conciencia sobre la importancia de la relación de interdependencia que los seres humanos y todos los seres vivos tenemos con los elementos y componentes naturales que nos rodean y forman parte de nuestro planeta Tierra.
Asimismo, además de la necesidad de cuidar nuestros ecosistemas, este día nos invita a reflexionar sobre el vínculo que los pueblos originarios tenían con la madre Tierra, junto con relevar y cuidar nuestro patrimonio ancestral. En esta línea, difundir e impulsar acciones sobre los sitios fundamentales del arte rupestre presentes en Chile, abordando sus características, contextos o significados, es esencial.
El arte rupestre constituye una de las manifestaciones simbólicas más antiguas que se hayan conservado hasta nuestros días. Las fechas más tempranas son de hace unos cuarenta mil años y se asocian a la dispersión por el globo del hombre moderno. Por eso, existe arte rupestre en todos los continentes, salvo en la Antártida.
Aunque corrientemente el término arte rupestre se refiere a petroglifos y grabados en piedras sueltas o en paredes rocosas, se aplica también a las marcas trazadas en espacios amplios de la superficie del suelo. Conocidas como geoglifos -del griego tierra-, estas marcas son grandes imágenes dibujadas en terrenos llanos, en las laderas de los cerros, en los taludes que encierran las quebradas o en las terrazas que flanquean los cursos de agua.
Este tipo de arte rupestre se ejecutaba mediante tres técnicas básicas: por acumulación de pequeñas piedras más claras o más oscuras que la superficie de fondo; por limpieza o despeje de piedras, que dejaban líneas o superficies en negativo sobre el terreno pedregoso, y por una combinación de ambos procedimientos.
En América, los geoglifos más famosos son los de Nazca. No obstante, Chile posee una de las mayores concentraciones entre las regiones de Arica y Parinacota, y de Antofagasta, correspondiendo un 80% de ellas a la Región de Tarapacá. Sin dudas, estas expresiones son un testimonio de un valor universal excepcional por el cual debemos luchar.